08 octubre, 2007

Escribiendo



Arriba, a lo lejos, se extienden los paisajes que nos recorren en un permanente y brusco escape al momento en que nos encontramos. Sin sentir nuestro pies aquí, sobre la tierra húmeda y blanca; sin sentir el aire que se inhala imperceptiblemente, llenando los pulmones de olores y recuerdos; sin escuchar, aunque muy cerca se encuentre, la caida de aquel alfiler que se dejó en la repisa de la identidad.

Asi me encontraba ante el cuadro que me tentaba en la pared de la habitación impregnada en mar y algas, buscando una respuesta a inquietudes y preguntas que me asaltaban como la agonía de un herido de guerra inmerso en el fragor de la batalla en busca de la liberación de su alma moribunda. Así estaba, buscando el verso exacto para retratar mis divagacioens sobre el amor, la locura, el pasado y el infinito. Qué iba a saber que en aquel instante, ausente a las vibraciones latentes del cielo, una fotografía se escaparía para inmortalizar mis ojos serenos, en aquella paz.

Al final eso es todo lo que hay, pequeños momentos fugaces que se ven inscritos en el tiempo, si es que hay cuidado.

Estas palabras y sus descendientes se convertirán, con cuidado, en mi espacio... nada más. Dejaré mi fuego mediante la utilización de las letras y esperaré en el infinito a los oleajes de los mares y suspiros.


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